He aquí cómo invirtieron sus quince minutos en la televisión nacional los demócratas chilenos en 1988, cuando se llevó a las urnas la continuidad del dictador Augusto Pinochet. Presten particular atención a las palabras de Patricio Aylwin, el entonces presidente del Partido Demócrata Cristiano y vocero de los partidos concertados por el NO. Aylwin comienza a hablar en el minuto 6:09 y concluye en el 9:23. Inicia su intervención diciendo: «Los demócratas trabajamos a la luz del día», y le bastan menos de cuatro minutos para presentar una alternativa infinitamente más atractiva que la perpetuidad del golpista.
Quienes no lo hayan hecho al escucharlo la primera vez, regresen al minuto 6:09 y cada vez que Aylwin mencione Chile o Pinochet, reemplacen país y tirano por Cuba y Castro. El mejor botón de muestra lo forman tres oraciones seguidas que fluyen como el agua río abajo: «Chile nos pertenece a todos. No hay chilenos de más. Todos tenemos derecho a participar». Pero hay otros tantos paralelos. De hecho, todo su discurso es transferible a la situación cubana actual, con la diferencia de que el totalitarismo cubano no ha convocado al plebiscito.
Habrá que seguir empujando el muro. Hay una luz al final del túnel. Y no es New Jersey.
Ya que hablamos de sustituir, en el estribillo de la canción, canten: «Cuba, la alegría ya viene». Y acúsenme de optimista.
H/T: Enrisco.
Buen post, pero me entristece saber que en la Cuba de Castro se ha puesto algo jamás a votación popular directa. En 54 anhos ni una sola vez.
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