a Alina Brouwer
La Habana se caía a pedazos, y yo quería domesticar a mi guitarra. Esta belleza de seis cuerdas y cuerpo de cajón era una “Pablo Quintana” de uso que compré no sé ni dónde y hasta ese momento tocaba como un animal. Recuerdo que mientras la exponía al salitre del malecón, sólo me aventuraba a rasgar acordes naturales y, con un coro de inocentes, desafinaba el mundo a cuatro voces.
Tenía diecisiete años cuando tomé mi primera clase de música: una buena mañana se me antojó entrenar mi oído, regalarme el lujo de descifrar los jeroglíficos del pentagrama, así que, ni corto ni perezoso, salí a la búsqueda de instructor. Y, ya se sabe que el que busca, encuentra.
En la primera clase nos dedicamos a determinar mi nivel de familiarización con el instrumento. De paso, aprendí algún himno de la novísima trova local, otro del pop-rock argentino y me fui a casa a practicar la posición de los dedos entre los trastes. En el segundo encuentro, me fue presentada la escala mayor y do, en toda su magnitud, me abrió las puertas al laberíntico macrocosmos del solfeo. Y a la tercera fue la vencida. ¡Iba a aprender a leer! Por fin, mi maestro dibujó una nota en el cuaderno. Explicó que se trataba de una redonda. «La redonda vale dos blancas», me dijo. Lo repetí: «una redonda vale dos blancas». Luego dibujó la segunda nota: una blanca. Me hizo dibujarla. Y me dictó la equivalencia: «una blanca vale dos negras».
Ahí mismo se jodió la bicicleta, se fue a bolina el papalote, murió la flor, le cayó comején al piano. No dejé caer la guitarra al piso —ya mencioné que era una “Pablo Quintana”—, pero me negué a aprender música bajo esos términos. Me pareció francamente lamentable que se repitiera, con pretendida ingenuidad, tamaño insulto. Para agraviar la afrenta: mi instructor era negro.
Por aquellos días, ya había vivido el acoso policial que no me abandonaría hasta abandonar la isla. Ah, pero resulta que no sólo había racismo en todos los sectores de la sociedad cubana, sino que ese sagrado nicho que quería inventarme ―para escapar de los agentes del orden y su constante preocupación por el pigmento de mi carne de identidad― también estaba plagado por una premisa discriminatoria.
Para neófitos: a excepción de la redonda, el resto de las denominaciones de las figuras musicales son exclusivamente musicales: corchea, semicorchea, fusa, semifusa. Sin embargo, ahí estaban las dos notas, recordándome que la historia es de quien la cuenta. Protesté con ímpetu adolescente: ¿de haber sido negro el creador de la teoría musical, sería dos blancas el valor de una negra?
Fue un extremismo mío, lo sé, pero opté por dejar las clases de música en el acto.
Hace poco volví al anhelo de educar mi tímpano cuadrado. Desempolvé la guitarra —una “Manuel Rodríguez” de uso—, y desde entonces aprendo música en inglés. La blanca y la negra en mi idioma adoptivo son, respectivamente, half-note (media nota) y quarter-note (cuarto de nota).
No caben dudas. Me resulta más cómodo leer el pentagrama sin la eterna controversia entre la negra y la blanca.
***
Alexis Romay
New Jersey, 24 de mayo de 2009
Pues las dos juntas valen 3/4, y de qué color?
Eso está bueno, no sólo en español se dice así, en casi todos los idiomas latinos es lo mismo…
Saludos
F.C.
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Lo que me he podido reir con esta historia!
Que radical eres! (no tengo acentos, espero que no borres el comentario)
Lo que si es cierto es que la historia es de quien la cuenta, y que ser negro es una actitud. Tu pobre profesor solo estaba dandote las claves de algo que el no invento, pero hay negros que piensan eso, y muchos, en todo mundo mundial de hoy, o que cogen a la negra en la pobreza y a la blanca en la riqueza, o que tratan a una de una forma a la una y de otra a la otra. El racismo adopta muchas caras y esta, como Dios, en todas partes. Gracias, por hacerme reir!
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Lo que me he podido reír con esta historia!
Qué radical eres!
Lo que sí es cierto es que la historia es de quien la cuenta, y que ser negro es una actitud. Tu pobre profesor solo estaba dándote las claves de algo que él no inventó, pero hay negros que piensan eso, y muchos, en todo el mundo mundial de hoy, o que cogen a la negra en la pobreza y a la blanca en la riqueza, o que tratan a la una de una forma, y a la otra de otra, a la negra palo por to’s laos.
El racismo adopta muchas caras y está, como Dios, en todas partes.
Gracias.
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Entiendo lo de las blancas y las negras, pero ¿quiénes son las redondas?
Ya actualicé el link.
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Te quiero.
Alina Brouwer.
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Buenísimo tu comentario, Alina, y que además la pone a una a pensar. Verdad que eso del valor de las notas negras suena muy feo y ahora que leo tu post, me extraña no haber oído a más gente quejarse de eso. ¡Haces muy bien en traerlo a colación!
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Me he reido muchísimo. Que tremendo eres..
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