
Ante esa piedra horrorosa
que marca el sitio preciso
en donde yace el occiso
que puso mala la cosa,
—¡donde cagó la tiñosa!—,
se posa el nuevo tirano,
pone en la roca la mano
y rememora el ayer.
Tiembla. Entiende que va a ser
patrimonio del gusano.
Ante esa piedra horrorosa
que marca el sitio preciso
en donde yace el occiso
que puso mala la cosa,
—¡donde cagó la tiñosa!—,
se posa el nuevo tirano,
pone en la roca la mano
y rememora el ayer.
Tiembla. Entiende que va a ser
patrimonio del gusano.
Pingback: ¿Cuánta gente hay que matar? (V) | Belascoaín y Neptuno