
Ante el sepulcro siniestro
de su padre putativo
—el gorila verde olivo
(de quién maldigo a su ancestro),
el que nos dijo: «esto es nuestro»,
queriendo decir: «es mío»,
el que aterró al caserío
con el fusil en la mano—
va a postrarse este tirano
con su semblante sombrío.
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