
Mi querido Paquito D’Rivera
—tú que alegras los días de esta vida
y rescatas a diario la perdida
costumbre que antes fue imperecedera
de dar sin esperar a cambio nada—,
tu regalo llegó por el correo.
Tu bondad es reliquia de museo.
Mi gratitud va en esta marejada:
tu música rebota en las paredes
—la escucho y cierta dicha me rebasa—,
trompeta, bajo, saxo y clarinete…
Te celebro en persona y en las redes.
Eres “tío Paquito” en esta casa.
Así te llama mi hijo, el sobrinete.
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