
No fui parte de una piña
(por suerte), no tuve amigos
editores ni enemigos
escritores ni una riña
en medio de una campiña,
no me publicó aquel diario,
ningún grupo literario
me inmiscuyó en su vendetta…
Soñaba con ser poeta
y vivir de mi salario.
¡Qué pepillo!
Me gustaMe gusta
Pingback: La escasez en Cuba (III) | Belascoaín y Neptuno