Se bajó del automóvil y por su nariz entraron todo el país y el mar.
Encendió el cigarrillo entre sus labios para olvidar.
Caminó unos pasos en la acera polvorienta y miró al mar. Era el mismo mar, el de antes y el de allá. Se revisó el pantalón capri blanco para asegurarse que la isla no estuviese marcada en él.
—¡Mierda!
Tiró el cigarrillo en la acera y subió las escaleras. Abrazó a su madre. No lloró. Llorar no era lo suyo, pero el país comenzó otra vez a colársele en el cuerpo a través de la piel de la que la trajo al mundo.
Encendió otro cigarrillo y se sentó en el sofá que había comprado ella misma desde lejos.
Habló de nada, como hacen todos y siguió fumando casi desesperadamente para evitar permitir que el lugar entrara en ella.
La comida fue un suplicio y el baño una batalla campal.
Esa noche durmió poco y mal, se fue al balcón muchas a veces a fumar e incluso allí peleó con el salitre y la ciudad, con el ayer y el presente, con el ayer-presente.
A esto le siguieron tres días de lo mismo que hacen todos, de lo que escriben todos: tres días de visitas, compras, paseos y gente joven con caras de viejos. Y también la isla tratando de metérsele por todas partes y ella eludiendo a todo tabaco esos avances.
Al final del tercer día ya tenía tos de perro. Nunca en su vida había fumado tanto, pero había derrotado finalmente al recuerdo. Ella se iría de allí como vino, sin aquel lugar de mierda saliéndole por los poros.
Y regresó.
Llegó al aeropuerto, recogió su automóvil y manejó hasta su casa en los suburbios con las ventanillas abiertas en medio del calor y la humedad, aspirando la ciudad que no huele a nada.
Comenzó a lavar la ropa usada en aquel viaje al pasado. Casi todo era de color y ella no había llevado mucho. Casi todo cupo en la primera lavada.
Entonces vio los pantalones capri blancos. Los recogió del suelo y los examinó.
La isla entera y el mar le dieron de palmo en la cara.
Corrió revisando gavetas y estantes, pero sólo encontró una cajetilla vacía, vieja, de hacía como cinco años.
Cuando la encontraron por fin casi consciente en el suelo, de ella emanaba un olor muy fuerte a pasado y nicotina.