Separados por el mismo idioma


En julio de 1998, a un par de horas de llegar a Madrid, la mujer de mi primo me recogió en Barajas y me llevó a almorzar a un restaurant cercano al Bernabéu. La camarera que atendía nuestra mesa, una española preciosa, me miró con aquellos ojos negros que nunca olvidaré y preguntó: “¿Te apetece un bollo?”. Lo primero que pensé fue: ¡qué calurosa bienvenida! Le respondí, no sin timidez: “Bueno, sí, pero acabo de aterrizar”. Luego aclaramos el malentendido. La mujer de mi primo todavía se está riendo. Supongo que igual le pase a la camarera.

Acerca de Alexis Romay

Pienso, luego escribo, luego traduzco, luego existo.
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3 respuestas a Separados por el mismo idioma

  1. Aguaya dijo:

    …y qué foto!!!!!!!
    Me imagino la cara que pusiste……………. LOL

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  2. Isabella dijo:

    Tigre, ¡todavía me estoy riendo! De verdad que lo tuyo es el lenguaje… Los de la foto me los comería ahora mismo con mantequilla y un buen café con leche 🙂
    Saludines

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  3. Maria Victoria Olavarrieta dijo:

    Yo tambien tuve problemas con un «bollo». A los tres dias de haber llegado a Madrid, me regalaron una semana de cursillo de psicologia en un convento cerca de Aracena, Sevilla.

    Imaginate el ambiente en una casa de Las Hermanas del Sagrado Corazon – respeto, buenos modales, calida acogida – Yo me sentia en el paraiso y el grupo con el que hacia el curso me acogio igual de bien. Yo supe desde el principio que le caia bien a David, el muchacho mas joven del grupo, asi que aunque amistosa trataba de mantenerlo a raya; primero, porque prefiero evadir el tener que dar ese tipo de «parones» y segunda porque hacia solo una semana que acababa de casarme en La Habana, con un joven 11 anos menor que yo. Asi que ya sabia por experiencia que en mi caso los jovenes no se cohiben cuando del almanaque se trata.
    El cuarto dia de curso coincidimos en el comedor. Dos senoras, de lo mas respetable del alumnado, nos acompanaban. Mientras hacia unos esfuerzos enormes por tomarme el primer y ultimo gazpacho de mi vida, David me miro directamente a los ojos y me dijo tajante: _ Si no te importa, me puedes dar tu «bollo», por favor.
    Aunque vivi mis 10 ultimos anos en La Habana y eso implica haber escuchado todo tipo de piropos, David habia «botado la bola». Sentia la verguenza en mi cara, mi primer impulso fue pararme y darle una contundente «galleta». _No, tengo que darle una salida digna a este asunto y no voy a «rebajarme» con una chusmeria de solar en medio de un convento.
    Enseguida adverti que las dos santas senoras seguian saboreando su gazpacho tan campantes…
    Eso me calmo, ellas no lo habian oido…

    Decidi hacerme la que no habia entendido «el ataque» y a la mitad tuver que»declinar» el gazpacho y saltar al segundo plato.

    Cuando ya estaba casi llegando al postre, David un poco mas serio y con indicios de impaciencia me espeto:
    _Cubanita, si no vas a querer el bollo, pasamelo, «por fa». Y extendio su brazo en direccion al pan.
    Digamos que lo salvo el gesto. Pase del encabronamiento a la risa y ahi si que me pare y le di un abrazo.
    _ De la que te salvaste, hijo de mi «arma». (en Andalucia se sustituye mucho la l por la r en la pronunciacion)

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