ayer me enseñaron a matar
tuve cielo y un hierro ardiente en los dedos
me dijeron
este hierro es el corazón
tuve corazón mataba gente igual
un cielo el cielo de kibala
aprendí a matar en nombre de nadie
en el mío propio aprendí a matar con un hierro que era el corazón
pero no era mi propio corazón
me dijeron mata por tu país
y antes mi país se confundía con un corazón
antes daba palmadas y sonreía
antes parece que tuve corazón
y no el nombre de nadie el nombre indigno de un país
donde te ponen un hierro en la mano
no un corazón un temblor y en nombre de nadie
te enseñan a matar para que sigas escupiendo
o cobrando papeles para que el hijo sea feliz
o más o menos y nunca se pregunte
si el cielo de kibala abrigaba
o cómo olían los árboles de la nostalgia
si un día el pobre viejo tuvo corazón
o era un hierro frío y ajeno para matar
para vivir matando para espantar el sueño
y poder echarse un país en el bolsillo
con los ajenos en el nombre de nadie
aprendiendo a matar con su bigote lejano
aprendiendo lo que es un corazón.
Ramón Fernández-Larrea