Cuba en cuarenta y cinco minutos

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Hace un par de días, mi amiga Mónica Lavosky me invitó a visitar sus clases de español avanzado en el preuniversitario —liceo, secundaria, colegio, instituto, high school, para los no cubanos— de nuestra comunidad ubicada en las afueras de Nueva York. Esta semana el tema de la clase era Cuba y a la profesora le pareció atinado invitar a un escritor que había vivido en carne propia ese macabro experimento que es el castrismo, máxime cuando se trataba de un escritor local.

Hay un axioma “revolucionario” que aplico constantemente en contra de la maquinaria propagandística de los hermanos Castro. Lo escuché por primera vez quizá pronunciado por el dueño de los micrófonos, o tal vez de boca de algún militante de la Unión de Jóvenes Comunistas en su inútil empeño de convertirme a su Causa —la causa de la delación y de la infamia, pero Causa al fin—. El origen no importa. Lo que cuenta es el contenido: “se combate en todos los frentes”. De tal suerte —ya lo he dicho en otras ocasiones—, siempre que tengo la oportunidad de contrarrestar la propaganda del régimen, acepto gustosamente la invitación. Así que, ni corto ni perezoso, me aparecí en la escuela.

Es bien difícil, cuando no imposible, analizar a fondo el drama cubano en cuarenta y cinco minutos de una clase para estudiantes de una lengua extranjera, por muy avanzado que sea su dominio del idioma en cuestión. Pero sí da tiempo a presentar una vista panorámica del pueblo y del régimen que lo subyuga desde hace más de medio siglo.

La charla fue amena, gracias a un rango de preguntas amplio y diverso que abarcó desde lo personal —«¿qué dejé en la isla?»— hasta lo más general —cuestiones concernientes al presente y futuro de Cuba—. Traté de responder con humor —que para contar la verdad no hay que ser pesado—, pero sin trivializar el sufrimiento de un país en el que los derechos de sus habitantes han sido convertidos en privilegios.

Rescato, de todo el intercambio, dos respuestas. Alguien me preguntó cómo me había ido de la isla. «Nadando; todavía me duele el hombro», dije, y el aula entera estalló en una carcajada. Acto seguido, aclaré la imprecisión. «Uno se va de un país que respeta la entrada y salida de sus ciudadanos. De un régimen que viola ese derecho, uno no se va, uno se escapa. «¿Tiene familia en la isla?», fue la segunda interrogante. Hay dos maneras de contestarla. Para la primera variante, basta con un monosílabo. La segunda versión puede ser un poco más descriptiva e impactante. En vista de que estábamos en una clase de español avanzado y uno de los objetivos de mi presencia era precisamente que escucharan a un cubanoparlante, opté por esta última.

Como dicen que una imagen vale más que mil palabras, me lancé a construir una imagen, con menos de mil palabras. Les pedí que visualizaran una naranja: dulce, jugosa, compacta, de un naranja —valga la redundancia— intenso. «Pongamos que esa naranja es Cuba», acoté. Luego les pedí que visualizaran un cuchillo grande y filoso, de esos que son usados para cortar la carne cruda. «El cuchillo es Fidel Castro», dije y corté la naranja imaginaria que un momento antes había sostenido en mi mano izquierda. «Eso es lo que nos queda luego de cincuenta años de dictadura: una nación dividida por la geografía y la política». La metáfora —ya sé, bastante simple— caló.

Eran las 9:40 de la mañana cuando culminó mi visita. Mónica me acompañó hasta la entrada —en este caso salida— de la escuela. Nos dimos las gracias mutuamente, nos despedimos y salí rumbo a mi trabajo —¿cómo decía aquella frasecita revolucionaria?, ¡ah, sí!— con la satisfacción del deber cumplido.

***
(Foto: Santos Rodríguez).

Acerca de Alexis Romay

Pienso, luego escribo, luego traduzco, luego existo.
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9 respuestas a Cuba en cuarenta y cinco minutos

  1. Yanira Angulo Cano dijo:

    Lástima que no estés más cerca de Florida. Cuánto me gustaría que visitaras mis clases también. Yani

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  2. Isabella dijo:

    Magnífico, Ale. Así es, ningún frente debe ser descuidado. Hay que abrirles los ojos a los futuros «turistas», porque al paso que vamos tendremos visitas al parque jurásico caribeño para rato. Nunca mejor hecho y dicho: ¡con la satisfacción del deber cumplido!.

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  3. Alexis, qué gran respuesta a esa pregunta de cómo te «fuiste» de Cuba. Es verdad lo que dice Is, pronto aquello será (o quizás es ya) el Jurassic Cuba Park. ¡Abrazos!

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  4. Aguaya dijo:

    Cada vez que me preguntan, también trato de cumplir cabalmente con mi deber: abrirles los ojos a cuanta gente pueda!
    Abrazo cubanísimo pa’ ti!!

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  5. rutaveintiseislaguagua.com dijo:

    Mi primera visita a su blog. me encanto compay Alexis . gracias Ranulfo Ramirez . rutaveintiseislaguagua.com y poesias de la ruta,

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  6. bustrofedon dijo:

    Yani: ¡Gracias! Desde ya te acepto la invitación. A ver cuándo la materializamos.
    Un abrazo,
    A

    Is, Joan, Agua:
    Seguimos batallando “en todos los frentes”.
    Besos y abrazos,
    A

    Ranulfo: ¡Bienvenido! ¡Pero no te tires con la guagua andando!
    Saludos,
    A

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  8. Desde la lejanía que nos separa tan sólo comento para felicitarte por la explicación de la naranja, me ha encantado la forma de explicarlo, simple llana y gráfica de la situación.

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  9. Escapar es el verbo correcto, muy de acuerdo contigo.
    Una suerte encontrarse tu blog por pura casualidad. Un respeto para tí.

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