L y 23
Teresa Dovalpage
Una esquina tan popular y no le he dedicado ni una línea todavía. ¡Qué barbaridad! Pues nada, ahora mismo le pongo remedio a esa deplorable omisión. Pero, ¿qué digo? ¿Hablo del cine Yara, donde una vez me mandé tres películas seguidas durante el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano? (Salí con un dolor de cabeza de ampanga, claro). ¿Del Coppelia y sus colas imperecederas, impepinablemente largas? ¿Del Habana Hilton; perdón, Habana Libre; perdón, Habana Meliá? Ah, llámenlo como les dé la gana, uf. ¿O de aquella mini cafetería que quedaba frente al Coppelia, donde se vendían, en tiempos más felices, perros calientes con cachú?
Curiosamente no me vienen a la memoria muchos incidentes relacionados con estos lugares. El único es uno del que no me gusta hablar, pero que me recordó hace unas semanas el excelente artículo de Alexis Romay “Apuntes en blanco y negro”. Me lo recordó porque tuvo el mismo origen, sólo que en mi caso fue de signo contrario y no terminó en la estación.
Ocurrió en el 96, quizá un mes antes de irme de Cuba. Andaba yo Rampa arriba y Rampa abajo con Pamela, una amiga de mi marido que había ido a La Habana de visita y me llevó angelicalmente un paquetito de regalo. La Pam, una afro americana alta y estatuaria, atraía miradas masculinas de todos los colores. (A su lado yo, bajita y pelirrubia, era la mujer invisible, vaya). Desafortunadamente, atrajo también las ojeadas de un policía a quien se le ocurrió detenernos y pedirle sólo a la Pam —que conste— el carnet de identidad. Candela con escopeta.
El escándalo que armó la interfecta, que además dominaba a la perfección el léxico habanaviejero, pues tenía un novio de ese barrio, fue apoteósico. Que si en Cuba se suponía que la gente llevase al cuello una chapa con su nombre, como los perros. Que ella no había hecho nada para que se le señalase. Que si aquello era racial profiling o qué. El uniformado, una vez convencido de que había metido las cuatro patas, se deshizo en excusas y cortesías e invocó desde la seguridad nacional hasta, pues no podía faltar, el eterno bloqueo.
¿Que qué hice yo? Pues, hombre, vaya preguntica. No hice nada. Me quedé más tranquila que occisa en funeraria. Lo único que solté, afectando, naturalmente, un acento muy inglés, fue: oh, wow…
¿Belascoaín y Neptuno?
El #212 de la calle Belascoaín, esquina a Neptuno, fue mi última residencia en Cuba, de donde me fugué en 1999. En vista de que perdí ese espacio en el mundo real, me lo he apropiado en el éter nuestro que está en todas partes.
Aquí se comenta lo leve en tono grave, lo grave, en tono leve y se (di)versifica el monotema. Tópicos típicos: Cuba, literatura y otras dolencias crónicas. En resumen: desvaríos y divertimentos de Alexis Romay.
(Advertencia: English spoken here).
Hipólito: un musical cubano
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mi prójimo, mi hermano
teresa, muy bueno el relato. esas cosas que pasan sólo en cuba. me dio mucha risa lo de la mujer invisible. cuántas veces habré pasado yo por eso con amigas tetónicas y amazónicas.
te dejo un beso
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Tremenda esquinita Tessy. Y ese policía seguro que se lo pensaría dos veces para la próxima, vaya si hay racial profiling. Y en lo de mujer invisible, también estuve en ese bando, al lado de cada criollita Wilson que paraba el tráfico..y yo que parecía anoréxica (aquí hubiera tenido tremendo éxito, jeje). Besos.
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Tremenda esquinita Tessy. Y ese policía seguro que se lo pensaría dos veces para la próxima, vaya si hay racial profiling. Y en lo de mujer invisible, también estuve en ese bando, al lado de cada criollita Wilson que paraba el tráfico..y yo que parecía anoréxica (aquí hubiera tenido tremendo éxito, jeje). Besos.
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Tere, hace dos años fui con mi esposo al Copelia, presumiéndole. No te imaginas, en una pesa como la de las carnicerías, pesaban la bola de helado, en ninguna parte decía cuánto debía pesar aquello, lo que aparecía en las tablillas era un precio general ya sabes por la cantidad de bolas, pues pagabas lo que ellos querían y al probarlo: trozos de hielo, dejaban una repugnancia hermana de la verguenza. Mi esposo, no me dijo nada, con esa complicidad de los que se conocen bien, sólo me sonrío y nos fuimos. Asco, de veras.
Tengo algo en la tendedera para ti, del 1 de abril, dame la vuelta. O estoy escribiendo caca o alguien me está midiendo con las pesas del copelia porque el aire está enrarecido…
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Vaya Teresita, que recuerdos, yo la pasé muy bien por esa esquina, claro eran otros tiempos…
Saludos
F.C.
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¡Hola chicas! Gracias a todas por sus lindos comentarios. Gretel, el cuento del pene estaba maraviloso, es un sujeto (¿objeto?, jeje) literario que me gusta mucho pero no siempre es fácil de tratar. Rosie, de veras, es que nosotras fuimos flacas cuando no se estilaba. Wrong place, wrong time. Y ahora mírame metida en la pinche South Beach. Kerla,a ¡qué bueno que sigues escribiendo! Oye, pobrecito tu esposo, diría para sus adentros, ¿y esta mierda es la famosa heladería cubana? F.C., tú conociste la heladería de verdad, ,no como nosotras que llegamos tarde al banquete heladístico. Muchos cariños..
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Grettel, tu tienes lo tuyo y esos cuentecitos…
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