La Manzana de Gómez
Teresa Dovalpage
Me doy un salto para salir de Carlos III, porque ya debo tenerlos aburridos de pasearnos por la misma avenida tanto tiempo. Y del brinco que doy, caigo en La Manzana de Gómez, allá en La Habana Vieja. Allí pasé varios años a fines de los setenta, porque la secundaria donde estudié, la ESBUR José Antonio Echeverría y la farmacia donde trabajaba mi madre se encontraban en esa zona.
En La Manzana había una variedad de tiendas y tienditas insignificantes, ya sin vestigios del pasado esplendor que se le atribuye a esta construcción y todavía sin indicios de lo que debe ser ahora, en los tiempos post-dolarización. En algunos lugares he visto que la llaman “conjunto de galerías” así que me imagino que hasta el buche de café lo cobrarán en CUC. De los setenta y principios de los ochenta, recuerdo una tienda en la que vendían ropa sólo a quienes iban de viaje a los países del campo socialista —la venerable abuela de las actuales shoppings, vaya—. Mi madrina, cuando “le dieron” un viajecito a Alemania, se compró un espantoso traje sastre de color pulga que terminó por deshacer y convertir en camisas para su hijo. También había otra tienda de artículos de oficina y productos escolares y me parece recordar una de telas. Todo por la libreta, desde luego. (¿Había también una cafetería? Si alguien me refrescara la memoria…). Los locales, oscuros y desangelados, eran capaces de enfriarle los ánimos al más inveterado consumidor.
La cáscara de La Manzana abarca cuatro calles: Zulueta, Monserrate, San Rafael y Neptuno. Desde las ventanas de la secundaria se veía el Parque Central. Más de una vez, en lugar de atender a clases, me sorprendía mirando hacia los árboles y deseando…volar. En las meriendas comíamos mazarreales y en los baños se aprendía a fumar. Pero al menos, por los ventanales entraban a raudales luz, aire y sol. De la farmacia donde mi madre era la directora técnica tengo recuerdos menos luminosos. Para llegar al dispensario (allí quedaba su oficina) había que subir una escalerilla enroscada sobre sí misma como la de un castillo escocés. Pero esto es tema para otro post, o quizá para unas memorias, pues no es justo que descargue en ustedes mis ya casi olvidados traumas de adolescente.
¿Belascoaín y Neptuno?
El #212 de la calle Belascoaín, esquina a Neptuno, fue mi última residencia en Cuba, de donde me fugué en 1999. En vista de que perdí ese espacio en el mundo real, me lo he apropiado en el éter nuestro que está en todas partes.
Aquí se comenta lo leve en tono grave, lo grave, en tono leve y se (di)versifica el monotema. Tópicos típicos: Cuba, literatura y otras dolencias crónicas. En resumen: desvaríos y divertimentos de Alexis Romay.
(Advertencia: English spoken here).
Hipólito: un musical cubano
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mi prójimo, mi hermano
Vaya Tessy, yo hice el septimo grado en esa secundaria. Después me bequé (en mala hora). Esa tienda que mencionas creo que es la misma en la que después podíamos comprar una vez al año alguna ropa – horrorosa, pero en tiempos pre-shopping pasable, las traductoras del ESTI que teníamos que acudir a eventos internacionales. Me acuerdo también de una cafetería apuntalada donde tomabamos helado en lo que hoy han convertido en el Hotel Parque Central. Y el frozen en la esquina del Payret. Mira que hemos andado cerca! Adoro estas estampas tuyas, que me permiten “pisar las calles nuevamente”. Un abrazo.
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¡Ah Teresa, la Manzana de Gómez!
Mis recuerdos son un poco anteriores a los tuyos. Sí, eran varios pasajes, o halls, con tiendas a ambos lados que concurrían en el centro, donde estaba el busto sobre pedestal de Gómez Mena. El edificio de cinco plantas en su mayoría oficinas.
Recuerdo en particular dos de las tiendas, una de ellas la peletería “El Lazo de Oro” , donde trabajaba un amigo, que era interior; por el lado de Monserrate la famosa sastrería “El Sol” (sastres “anatómicos y fotométricos”, decía el anuncio).
El humor popular rebautizó a esa “manzana” en los primeros tiempos de la Robolución, cuando una funcionaria, “Pastorita Núñez”, comenzó obras de construcción por toda la ciudad y el reparto Alamar. Le llamaban entonces: “la fruta bomba de Pastorita.”
Saludos
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Me hace mucha ilusión leer el nombre del LAZO DE ORO, soy nieto de Alvaro Miranda, su fundador.
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Mira qué interesante, Rosi, cuántas coincidencias. Sí, ahora me acuerdo de la cafetería, estaba al cruzar la calle. El otro sitio donde tomar helados era en el Payret, donde los frozens…
Max ¿entonces el busto era de Gómez Mena? No me atreví a ponerlo por no estar segura…milagro que lo dejaron en su sitio, ¿no? Ahora pienso que la sastrería El Sol era la casi shopping, que era exterior. Me reí mucho con lo de la frutabomba de Pastorita, eso sí que no lo sabía.
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Si, Tere, la “manzana” era de “Pepe” Gómez Mena, y suyo era el busto del centro de la manzana. Una familia acaudalada, dueña de centrales y propiedades inmobiliarias.
Si quieres un chisme para tus “notas históricas” sobre La Habana y Pepe Gómez Mena te sugiero:
http://www.juventudrebelde.cu/2006/abril_junio/abril-16/lectura_gomez.html
Claro, no usaban “fruta bomba” sino su nombre alternativo.
Saludos, encantadora Tere
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Max, gracias por el chisme. Corro a leer el post que me indicas.
Y chicos, miren este video de la Habana de los años 30 (narrado en inglés)…Un montón de esquinitas allí.
http://es.youtube.com/watch?v=fEMYLkpYxX8
Lo que me llama la atención es que digan del cementerio que las tumbas están construidas “sobre la tierra” como si fuera una rareza. Bueno, a mí me pareció rarísimo fue que se hicieran “en tierra” aquí…
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Tessy, el sergio chaple que mencionaste en lo de la biblioteca es tremendo hp, discculpame.
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Hola, qué interesante lo que contáis. Precisamente estaba buscando información sobre la Manzana Gómez. Mi abuelo, Cesáreo Gutiérrez, nació muy pobre en una aldea de Asturias. Con 14 años se fue a Cuba (en 1910) y trabajó de mozo en una zapatería en los bajos de la Manzana Gómez, llamada La Exposición. El dueño le dejaba dormir en un estante de la trastienda sobre un jergón de paja, así pudo ahorrar y pagarse los estudios nocturnos. Llegó a ser encargado de la tienda, la cual compró cuando murió el dueño. Después pudo comprar 3 plantas de la Manzana Gómez y alquilar los pisos. Antes de la Revolución, vendió la zapatería La Exposición a un amigo llamado Fernando Valle, gracias a esto no volvió a la pobreza, ya que el nuevo régimen se quedó con lo que tenía mi abuelo, que tuvo que volver a España y empezar de cero como viajante del calzado. Como era muy trabajador, pudo crear sus propias zapaterías y hacer una pequeña fortuna, por desgracia murió con 64 años en un accidente de automóvil. Agradecería cualquier información al respecto. Un saludo. Carmen R.
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QUE BONITO ESCUCHARLES HABLAR DE TODO ES
O; ME PARECE QUE ESTOY ALLI; GRACIAS. SALUDOS
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