En esta tarde aciaga de finales de julio
ese trapo tricolor que a ratos ondea en la distancia,
ese irreparable club de suicidas que se lanza a las olas
en busca de su definición mejor,
ese leve quejido que emana de la chusma dirigente,
esa masa congregada en un balido unánime
bajo el sol de la indolencia totalitaria,
ese anciano que ha olvidado los sabores perdidos de la tierra,
esa niña que nunca conoció los sabores perdidos de la tierra,
esa gracia en las caderas que aún evoca
el aroma del tabaco en la campiña
y el salitre inclemente que carcome
desde el último sueño hasta las puertas
y ventanas de metal que en tierra adentro
se han cerrado al entusiasmo colectivo,
ese lindo diseño que embellece la mordaza,
esa estridencia en el decir, esa tibieza en el hacer,
esa mano que se aferra al cuello ajeno,
esa mano que se suelta de la balsa,
ese abrazo mil veces postergado,
ese golpe de azar tan azaroso,
ese terror al texto y al subtexto,
en resumidas cuentas: la patria,
esa entelequia que nos trajimos al exilio,
se declara de una vez y por todas en vilo:
las cámaras ya están listas. Hoy habla Ramiro Valdés.
¿Belascoaín y Neptuno?
El #212 de la calle Belascoaín, esquina a Neptuno, fue mi última residencia en Cuba, de donde me fugué en 1999. En vista de que perdí ese espacio en el mundo real, me lo he apropiado en el éter nuestro que está en todas partes.
Aquí se comenta lo leve en tono grave, lo grave, en tono leve y se (di)versifica (y hasta se musicaliza) el monotema. Tópicos típicos: Cuba, literatura y otras dolencias crónicas. En resumen: desvaríos y divertimentos de Alexis Romay.
(Advertencia: English spoken here).
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