Me he propuesto no escribir ni mencionar el nombre del asesino que profanó ese templo de la cultura norteamericana, ese lugar en que tan bien se está que es el cine, al aparecerse con un fusil de asalto en el estreno de Batman para dejar a su paso una estela de sangre y muerte. Otros lo recordarán. Yo no. Si he de referirme al susodicho en el futuro —cosa que dudo—, ya le inventaré un apelativo que recoja su infamia.
Vaya mi pésame a las familias de las víctimas.
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[Ilustración: Garrincha].






Que triste funcion
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