Reinventamos la máquina macabra,
el culto al alarido y al bostezo.
A Kafka le copiamos su proceso.
Mutilamos el aire, la palabra
y otro sentido dimos a la vida:
magnicidio imborrable, dolor hondo,
la ergástula como telón de fondo,
el cobarde y su carta arrepentida.
Sumidos ya quién sabe en cuánta estafa,
cuánto oprobio y afrenta a manos llenas,
cuánta patria que muere antes del parto,
vivimos entre el miedo y la piltrafa,
del clarín, escuchamos las cadenas,
los sonidos, el pánico, el infarto.
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Nota bene: Desde el 30 de noviembre de 2020, he publicado a diario en Belascoaín y Neptuno.
Posdata: Este soneto es parte de mi poemario Los culpables, publicado en 2010 por Linkgua Ediciones.