Inspirados en un motivo equino, Jorge Salcedo, Heriberto Hernández y yo estamos armando un Frankenstein. He aquí el resultado (hasta ahora):
Una vez nos robamos un caballo
que parecía un tren, un chicle, un piojo,
un perro, un acertijo y un despojo
o una yuca pasada por un guayo.
No galopaba al viento como un rayo
y mirándolo bien era un chipojo;
cambiaba de colores a su antojo,
nos sirvió de transporte y pararrayo.
Nos curó de los miedos de la infancia,
nos curó del pasado y del futuro,
pero nada nos dijo del presente,
aunque a juzgar por esa cosa rancia
que se asemeja a ratos al cianuro,
era menos caballo que serpiente.
Los poetas están muy jacarandosos…
Re saludos
F.C.
Me gustaMe gusta
No era un caballo, era un penco
Culibajo y pedorrento.
Me gustaMe gusta
Gracias Alexis, apenas pude poner un verso. Es que apenas he tenido tiempo de entrar unos segundos, pero da gusto.
Me gustaMe gusta
Pero Teresa…no sea así con el potrico!
Me gustaMe gusta