



«Iba cayendo la tarde»
más allá de mi ventana;
también caía en La Habana,
donde un régimen cobarde
—que del crimen hace alarde—
me desterró de mi tierra,
un paisaje de posguerra,
de ausencia y desolación,
porque esa Revolución
mata, reprime y aterra.
«Al escribir estas cosas»
по soy muy organizado.
Las décadas que he pasado
en estas tierras borrosas,
en estas tardes preciosas
de vivir sin ton ni son
en un puente, en el guión
entre pasado y presente,
entre el exilio y su gente,
me han devuelto mi nación.
***
Nota bene: Desde el 30 de noviembre de 2020, he publicado a diario en Belascoaín y Neptuno. Te invito a leer la décima de este día hace exactamente un año. Si sientes que me repito, recuerda que más se repite la realidad cubana.
Posdata: Dedico estas espinelas a mi querido Gustavo Pérez Firmat, que por cuarto año consecutivo visitó mis clases para hablar de sus 50 lecciones de exilio y desexilio y que otra vez, quizá sin proponérselo, me dio el pie forzado de ambas décimas (que escribí mientras moderaba el coloquio, y que leí al final de cada encuentro; repentista que es uno). Y ya que estamos: también dedico este texto a mis estudiantes, que a lo largo de los años han leído este libro con curiosidad y empatía.