
¿Y cómo le explico a mi hijo
que su padre vivió el hambre,
que en medio de aquel enjambre
y el terror que nos maldijo,
tenía un anhelo fijo,
que mi vida y mi destino
no estuvieran conectados
ni al castrismo y sus dictados
ni a la lengua del vecino?
***
Esta décima es parte de la serie “Cuba y lo inexplicable”. Las espinelas en cuestión pueden ser leídas independientemente o en conjunto. Si juntas, recomiendo recitarlas —sí, en alta voz, como en los matutinos escolares— en el orden en que fueron concebidas y publicadas en este blog: I, II, III, IV, V, VI, VII.
Eres otro en esa foto, y eres Cuba en 1997.
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