
Se convierten reveses en victorias.
Se desbordan las aguas albañales.
Se transforman prados en matorrales
y algunos ciudadanos en escorias.
Se celebran a diario ciertas glorias
de un dictador y de sus generales
y, mientras tanto, los cañaverales
sólo producen en nuestras memorias.
Se acosa —a quién proteste— a domicilio.
Se demoniza a quién abra la boca.
Se miente al pueblo desde la tribuna.
Se reciben remesas del exilio
y en los medios de prensa se convoca
a aplaudir fuerte en medio de la hambruna.
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