A Gollum lo consumió su obsesión por el anillo; a Castro, su obsesión por el poder. Ambos se encogieron como pasas.
Bueno, que tampoco hay mucho más que añadir a lo que ya dicen las imágenes. Deléitense, comensales.
El uno:
Y el otro:
¡Por fin son intercambiables!
cojón face, le dicen.
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