Gracias a la invitación de la profesora Mónica Lavosky y de sus alumnos, el pasado domingo, por tercer año consecutivo, tuve la oportunidad de presentar una película y luego moderar un debate en el marco del XI Festival de Cine Latino de Montclair, que organizan la biblioteca pública y el preuniversitario de dicha comunidad. En años anteriores, presenté y comenté Viva Cuba, un prescindible panfleto de Juan Carlos Cremata y, a sugerencia mía, ese hito de la cinematografía del exilio que es El súper, basada en la obra de teatro homónima de Iván Acosta.
Esta vez le tocó el turno a La cosecha, un documental que recoge los testimonios de tres niños sin infancia. El filme sigue las vidas de igual número de familias que viajan de Texas a Mississippi o a la Florida en busca de trabajo en las recogidas de cebolla, fresa, tomate… o lo que aparezca en el surco que deba ser empacado para su impostergable arribo al supermercado de la esquina. Son trabajadores migrantes —que no necesariamente emigrantes—, viajan de un estado a otro, de cosecha en cosecha, en condiciones de trabajo y vida que distan mucho de ser deseables.
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