El jueves pasado, durante la presentación en Zu Galería de mi libro Los culpables, un autoproclamado agent provocateur —que vive en Cuba y andaba de paso en Miami— confesó su “temor” de que, al paso que iba, me fuera a convertir en un “escritor del exilio”. Dijo conocerme desde niño, razón por la que —para proteger el talento que en su opinión me acompañaba desde aquella tierna infancia— se sentía en la necesidad de mostrarme el camino a seguir. No quería que me perdiera entre la hojarasca. En su reclamo, abogó porque expresara una cubanidad que se desentendiera de mi condición de exiliado. (“Condición”, no es baladí mencionarlo, es el término al uso para denominar ciertas enfermedades).
Al margen del tono condescendiente del susodicho, lo que me llamó la atención fue el estigma que envolvía a ese estado tan natural del cubano y lo cubano. Estábamos en Miami y dijo “exilio” como quien contiene una arcada ante un buche amargo, como quien corre a limpiarse el zapato luego de pisar mierda, como quien no quiere contagiarse con la plaga. Y acto seguido, con ese paternalismo que tanta gracia me provoca, pasó a soltar la segunda prenda de la noche: “no debes escribir…” dijo y lo interrumpí para recordarle que a un creador no se le debe decir lo que debe crear.
En alguna parte de mi respuesta mencioné que para mí era un privilegio ser un escritor exiliado y, por consiguiente, libre y que, más allá de esa universalidad con la que todo creador sueña, pedirme que no fuera un “escritor del exilio” sería como pedirle a una naranja que no fuera un cítrico. Le recordé, obviamente, a Guillermo Cabrera Infante. ¡Ya quisiera yo ser esa clase de escritor del exilio! En las antípodas estaba, por ejemplo, un “escritor de la isla”: Roberto Fernández Retamar. ¡Y Dios nos libre de ese señor y sus letras!
De paso, le tomé prestado el término clave y se lo devolví en toda su dimensión: en esta década de exilio, jamás he sentido miedo cuando alguien, inesperadamente, toca la puerta. Me es ajeno aquel pavor que me helaba la sangre al escuchar el timbre y recordar que había carne en la nevera del apartamento que compartía con mi madre, mi hermana y mi abuela, en el número 212 de Belascoaín, esquina a Neptuno. Porque en Cuba —le refresqué la memoria—, más allá de las libertades fundamentales de las que gozamos en cualquier democracia —de expresión, de prensa, de movimiento, de asociación…—, ha sido también conculcada la libertad de comer. Y un pedazo de carne de res en el congelador puede acarrear varios años tras las rejas. O lo que es lo mismo: si hay que hablar de temores, pero de temores reales, tangibles, ubicuos, en lugar de hacerlo para referirse al posible derrotero de la obra de un poeta, viene más a cuento a propósito de una sociedad donde se vive cada segundo al margen del delito, donde se delinque a diario para ganarse el pan, donde comer lo que a uno se le antoja es un acto temerario, rayano en lo delictivo.
Quiso el azar —que es así de caprichoso— que a pocas horas y varias millas de distancia, en el salón “Fresa y Chocolate” del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos de La Habana se le negara la entrada a un grupo de blogueros independientes cubanos, mientras Yoani Sánchez lograba escurrirse entre la audiencia, disfrazada con una peluca; sólo de esa manera pudo participar en el debate sobre internet en Cuba.
Aunque mi tertulia aconteció en la capital de ese exilio intolerante y tan vilipendiado, el agente provocador no se vio en la necesidad de camuflar su apariencia ni sus ideas. A pesar de que la mayoría de los miembros de la audiencia estaba en completo desacuerdo con lo que este señor alegaba —me consta; muchos me lo confesaron al final de la lectura—, nadie le dio el mitin de repudio que es de rigor en la capital cubana. Esto ponía de manifiesto una verdad harto conocida: mientras los amantes del régimen cubano pueden defender en Miami la dictadura que los reprime —“síndrome de La Habana”, podríamos llamarle a esa conducta—, los cubanos que disienten del pensamiento único siguen sin encontrar tribuna en la isla.
Ay, pero el intercambio se quedó trunco. El agente provocador hizo mutis por el foro antes de que concluyera la charla, oculto entre las mismas sombras que lo escondieron cuando entró a mitad de tertulia. Quise explicarle en persona que no hay como no tener que mirar sobre el hombro para ver quien escucha lo que decimos. Que se puede vivir sin miedo y que esa ausencia del viejo pánico tal vez no alargue la vida, pero la hace mucho más plena y digna. Pero el hombre andaba a la carrera, así que ahora tendrá que leer, por mediación de terceros, esto que escribo en el primer minuto que tengo desocupado —tres días después, ya de regreso en casa—, feliz de ser un escritor del exilio o un exiliado a secas y convencido una vez más de que las dictaduras crean malos hábitos: son capaces de hacer que la mente cautiva se comporte como tal lo mismo en la cercana Calle 8 del caluroso Miami, que en la distante Rampa de la calurosa Habana.
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Alexis,
En un momento de esa noche, presenti algo raro, no te lo sabria descifrar, pero una sensacion rara. Yo estaba afuera porque me toca cuidar mi galeria mientras esta la lectura. Si cierro la puerta y me voy para el patio, las personas que llegan tarde no pueden entrar, entonces me sacrifico y me quedo de polizonte. Los vi llegar y no me gusto nada cuando me lo presentaron. Y al salir tambien ! Pero eso es lo que nos toca a diario. Porque Miami esta lleno de personajes como este. Hicistes muy bien! El se fue escurrido como una rata!
A mi me parece genial que seas El escritor del Exilio! Gracias por dejar tus poemas en mi patio! Saludos, Manny
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verdad que YOANI SANCHEZ es inteligente y audaz pa burlar una y otra vez al G2 cubano, verdad que el G2 cubano es tonto pa dejarse mangar una y otra vez. vivan los gloriosos organos de la seguridad del estado
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Alexis,
Así son esos personajes. Se creen perdonavidas. Viven convencidos de la superioridad de la secta que los atrabancó. Van por la vida imitando al gurú que les maneja las neuronas; pero corren despavoridos en cuanto pueden, porque saben que dan risa y que, por mucho que intenten esa Chea seriedad que los caracteriza, al final el choteo y la música se encargan de ellos. No aguantan una buena tarde de notas y verdades. Revientan.
Felicidades por esa presentación, y que vengan muchas más, provocadores incluidos.
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Lo que te queria decir ya te lo escribi en un email personal, y aqui va:
Lo que debí decir
Alexis,
Fue un placer compartir tu órbita por el planeta Miami en estos últimos días, fugases pero intensos
Me quedé con un nudo de opinión en la garganta que estuvo ahí anudado por el calor …la noche en Zu Galeria, a raíz del comentario del amigo que temía por tu encasillamiento literario de exiliado y aquí va lo que debí decir.(le)
Primero comparto tu opinión de que es de muy mal gusto y de injerencia absurda indicar o proponer maneras “mejores» de creación a un artista, (a no ser que sean técnicas) pero de temáticas y asuntos y universos, creo que es fútil.
Segundo, muchos de los escritores más “universales” son exiliados o han creado y crean su obra desde ese punto geográfico-social que es el destierro. También me resulta gracioso su temor sobre tu futura carrera, en cuanto al peligro de sufrir del karma de Reinaldo Arenas, de Ligia Cabrera o de Cabrera Infante, el “Karma” de ser “un escritor del exilio”, como si esta condición representara el nefasto y total presagio del fracaso, (y es que la imbecilidad a veces toma partido totalitario, dictatoriales), sin embargo mi principal “temor”, ya que estamos hablando de miedos y en temerarios términos (muy a tono con Halloween) es que tu obra no se distribuya (publique) o se lea en Cuba, que a fin de cuentas (sumas y restas, divisiones y mas) es tu fuente de experiencia, inspiración literaria (directa o indirectamente) y ha mutado en compromiso o estigma para el constante reverbero que es la creación, o la necesidad de.
Ese es mi principal temor, que seas menos nuestro y mas del mundo, que no te lean allá donde los libros son como paquetes de carne en el refrigerador, no que nunca llegues a escribir sobre safaris en el África o alguna historia de amor urbano en las calles de Rio de Janeiro, o sobre los canguros mutados con lobos de las estepas o sobre algún método de crecimiento personal que inspire al lector a ser un mejor individuo guiado por la luz del Zen, ¡No! No es ese mi temor y quería que lo supieras, aunque sé que lo sabes.
Debí aclarar ese punto o contrapunto de temores infundidos sacados a colación anoche, de alguna extraña manera soy mejor con el teclado y un formato de palabras…tendré que aprender a desamarrar mis nudos verbales.
Un abrazo amigo, fuerte
y me voy con esto que me salió ahora:
“la universalidad de una obra de arte no está en la naturaleza global de la misma, sino en la autenticidad de su esencia”
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Alexis, felicidades por tener las ideas tan claras.
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Brother, una vez mas mes siento orgulloso de ser tu amigo. Evelio.
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Hiciste muy bien en aclararle las cosas y ponerle los puntos sobre las íes…o quizá hasta sobre las jotas. ¡Vaya personajillo!
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Te digo lo mismo de Barbarito: Felicidades por tener ideas tan claras. Felicidades ademas por tu Libro, en cuanto pueda lo compro. Y tus poemas…muy buenos y divertidos.
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Por que cuidarle las espaldas al » agente provocador «, añado «a sueldo», ocultando su nombre. Llego a escondidas y se fue de igual forma; no lo estamos ayudando en su tarea manteniendolo en las sombras ? .
Limitar sus libertades, que son las de todos NO. Combatirlos publicamente SI .
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Estimado Antonio:
No me consta que este agente provocador sea asalariado. (No olvide que hay gente que se presta para ese triste papel por vocación o por miedo).
Tampoco le cuido las espaldas. Omito su nombre pues lo que me interesa de esta situación es lo sintomático de la misma.
Ah, eso de estar apuntando nombrecitos nunca fue lo mío.
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Combatir publicamente no es » apuntar nombrecitos «. Hay muchas formas de ser un asalariado de la dictadura sobre todo aqui en Miami . Este seguro que el misterioso «agente provocador», como usted mismo lo califica, no tiene esa tarea como hobby.
Su articulo me gusto, solo que cuando estamos en publico ( la WEB lo es ) cada concepto cuenta.
Saludos, Antonio.
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